A partir de nuevos restos del pulgar de un simio fósil del yacimiento de Castell de Barberà (Barberà del Vallès, Barcelona), los investigadores del ICP Sergio Almécija -actualmente en el Museo Americano de Historia Natural- David M. Alba y Salvador Moyà-Solà publican una investigación que compara la morfología de la mano de los humanos con la de los grandes simios actuales, así como también con la de diferentes especies de simios fósiles. El trabajo que se publica esta semana en la edición online del American Journal of Physical Anthropology se centra en el dedo pulgar, y concluye que el hecho de tener una mano ligeramente corta con un pulgar relativamente largo es una característica primitiva que ya estaba presente en los simios fósiles.
Así pues, el hecho de tener un pulgar largo no estaría directamente relacionado con la evolución de una motricidad fina de las manos, como la que caracteriza a los humanos, sino a la capacidad de los simios fósiles de poder agarrarse a las ramas de los árboles de forma segura mientras caminaban por encima suyo. No fue hasta más tarde que los simios desarrollaron adaptaciones para la ortogradía, la posición erecta del tronco, que permitió a algunos simios desplazarse colgándose de las ramas de los árboles (desarrollando manos largas con pulgares cortos) y a los ancestros de los humanos desarrollar el bipedismo. Gracias al hecho de caminar sobre las extremidades inferiores, las manos fueron liberadas en cuanto a la locomoción, y los humanos hemos podido sacar el máximo provecho del pulgar para manipular objetos. En general, los primates presentan unas manos a caballo entre adaptaciones basadas en la locomoción y las basadas en la manipulación.
En algunos casos, el pulgar no juega un papel importante en los desplazamientos, pero siempre tiene un papel destacado en las actividades de manipulación. Esto hizo pensar durante mucho tiempo que el largo pulgar de los humanos era una adaptación evolutiva ligada a nuestra capacidad de hacer cosas con las manos. Este estudio, sin embargo, muestra que tener un pulgar largo es una condición primitiva, ya presente en los simios fósiles del Mioceno (los primeros homínidos) hace entre 13 y 10 millones de años, que tenían un pulgar relativamente largo, como los humanos. En cambio, parece ser que los simios actuales (que son más grandes que los fósiles) son los que han evolucionado más en este respecto, alargando la mano y reduciendo la longitud del pulgar para poder suspenderse bajo las ramas.
+ info Almécija, S., Alba, D.M. & Moyà-Solà, S. (pubished online, 2012). The Thumb of Miocene Apes: New Insights From Castell de Barbera' (Catalonia, Spain). American Journal of Physical Anthropology.
+ info Sobre Castell de Barberà y ortros hallazgos fósiles
Así pues, el hecho de tener un pulgar largo no estaría directamente relacionado con la evolución de una motricidad fina de las manos, como la que caracteriza a los humanos, sino a la capacidad de los simios fósiles de poder agarrarse a las ramas de los árboles de forma segura mientras caminaban por encima suyo. No fue hasta más tarde que los simios desarrollaron adaptaciones para la ortogradía, la posición erecta del tronco, que permitió a algunos simios desplazarse colgándose de las ramas de los árboles (desarrollando manos largas con pulgares cortos) y a los ancestros de los humanos desarrollar el bipedismo. Gracias al hecho de caminar sobre las extremidades inferiores, las manos fueron liberadas en cuanto a la locomoción, y los humanos hemos podido sacar el máximo provecho del pulgar para manipular objetos. En general, los primates presentan unas manos a caballo entre adaptaciones basadas en la locomoción y las basadas en la manipulación.
En algunos casos, el pulgar no juega un papel importante en los desplazamientos, pero siempre tiene un papel destacado en las actividades de manipulación. Esto hizo pensar durante mucho tiempo que el largo pulgar de los humanos era una adaptación evolutiva ligada a nuestra capacidad de hacer cosas con las manos. Este estudio, sin embargo, muestra que tener un pulgar largo es una condición primitiva, ya presente en los simios fósiles del Mioceno (los primeros homínidos) hace entre 13 y 10 millones de años, que tenían un pulgar relativamente largo, como los humanos. En cambio, parece ser que los simios actuales (que son más grandes que los fósiles) son los que han evolucionado más en este respecto, alargando la mano y reduciendo la longitud del pulgar para poder suspenderse bajo las ramas.
+ info Almécija, S., Alba, D.M. & Moyà-Solà, S. (pubished online, 2012). The Thumb of Miocene Apes: New Insights From Castell de Barbera' (Catalonia, Spain). American Journal of Physical Anthropology.
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LUGAR Barberà del Vallès, Barcelona, Cataluña,