EL pasado 6 de julio, después de leer en IDEAL un artículo de opinión titulado «Las naranjas de Orce», pensé: «Mira que bien, por fin han publicado el informe que aquel famoso catedrático y asesor científico de la Junta —y por encima de todo miembro destacado del partido— debió entregar a la Dirección General de Bienes Culturales para que le retiraran a José Gubert los permisos de excavación en Orce». Pero no. Pronto me di cuenta de que se trataba de un artículo firmado por la Dra. Martín Suárez. Y digo firmado, sólo firmado. Era lógico que pensara lo que pensé, y es que el susodicho artículo afirma que la Junta tomó las decisiones correctas en todo momento y, sobre todo, está lleno de falsedades que ofenden la memoria de Gibert. ¿Será porque las naranjas de Orce se les han vuelto amargas a algunos de tanto apretujarlas? Y esta última afirmación me obliga a matizar, punto por punto, los comentarios de la Dra. Martín Suárez...
Por otra parte: ¿cómo puede afirmar que Gibert clasificaba como humano todo lo que era inclasificable si, a raíz de la polémica Gibert se «miraba con lupa» todos los huesos? Si la Junta obró con tan buen criterio como dice, y le quitaron los permisos a Gibert por sus «tropelías excavatorias»: ¿por qué años después sí se le concedieron permisos al citado director técnico? ¿Acaso la Junta tiene un doble rasero? o ¿será que detrás de todo hubo o hay una mano negra? Para su información, le diré que los yacimientos se excavaron con gran meticulosidad: los huesos se extraían rigurosamente y se consolidaban, y el sedimento se limpiaba. Se tomaban los buzamientos, las coordenadas y las direcciones de cada uno de los huesos y después se clasificaban. Aún conservamos fotocopias de los gráficos de todas las cuadrículas: si alguien las quiere ver... Muchos de los que desprestigiaron la labor de Gibert con estas falsedades podrían aprender mucho de él: tanto sobre los métodos de excavación como a saber estar al pie del cañón en los yacimientos. Trata a Gibert de expoliador, sin un atisbo de rubor o vacilación: ¡cuando no se lo creen ni los que le pusieron la desorbitada multa! Personalmente, creo que aquella multa —que superó en mucho todas las preocupaciones que ya tenía José Gibert— ya se había fraguado antes de que empezara la campaña de excavación. Tratar este asunto me llevaría mucho espacio, pero si algún día quiere podemos hablar tranquilamente de todo lo acontecido...
Por otra parte: ¿cómo puede afirmar que Gibert clasificaba como humano todo lo que era inclasificable si, a raíz de la polémica Gibert se «miraba con lupa» todos los huesos? Si la Junta obró con tan buen criterio como dice, y le quitaron los permisos a Gibert por sus «tropelías excavatorias»: ¿por qué años después sí se le concedieron permisos al citado director técnico? ¿Acaso la Junta tiene un doble rasero? o ¿será que detrás de todo hubo o hay una mano negra? Para su información, le diré que los yacimientos se excavaron con gran meticulosidad: los huesos se extraían rigurosamente y se consolidaban, y el sedimento se limpiaba. Se tomaban los buzamientos, las coordenadas y las direcciones de cada uno de los huesos y después se clasificaban. Aún conservamos fotocopias de los gráficos de todas las cuadrículas: si alguien las quiere ver... Muchos de los que desprestigiaron la labor de Gibert con estas falsedades podrían aprender mucho de él: tanto sobre los métodos de excavación como a saber estar al pie del cañón en los yacimientos. Trata a Gibert de expoliador, sin un atisbo de rubor o vacilación: ¡cuando no se lo creen ni los que le pusieron la desorbitada multa! Personalmente, creo que aquella multa —que superó en mucho todas las preocupaciones que ya tenía José Gibert— ya se había fraguado antes de que empezara la campaña de excavación. Tratar este asunto me llevaría mucho espacio, pero si algún día quiere podemos hablar tranquilamente de todo lo acontecido...
LUGAR Granada, España
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