En la localidad de Remolinos, conocida por sus minas de sal gema (halita), se esconde una maravilla geológica. En un pequeño estrato de arcillas, de dos a tres metros de espesor, se pueden encontrar cristales gigantescos con una forma muy particular, que recuerda a un cubo del que solo quedasen sus aristas (como los de la fotografía). Se trata de cristales tolva, formados originalmente en halita y transformados después en yeso. Aunque tienen tamaños muy variables, pueden llegar a medir hasta 60 cm de lado. Tanto el tamaño de los ejemplares como el proceso por el que se formaron es absolutamente excepcional. No se han descrito en la bibliografía científica cristales tolva de este tamaño, ni tampoco el mecanismo de reemplazamiento de la sal por el yeso. Juan Mandado, profesor jubilado de la Universidad de Zaragoza nos explica cómo pudo haberse producido este complejo proceso.
Hace 20 millones de años, lo que hoy conocemos como la Cuenca del Ebro estaba ocupada por un lago salino sin desagüe al mar, extenso, pero poco profundo, rodeado por llanuras salobres. En el centro de la cuenca (es decir, en el lago), se acumularon por evaporación hasta 100 m de distintos tipos de sales (halita, anhidrita y glauberita), y también lutitas o arcillas. Durante mucho tiempo se mantuvieron unas condiciones de extrema aridez en la zona. En este contexto, los ríos procedentes del norte (Pirineos) y el sur (Cordillera Ibérica) perdían rápidamente su caudal por evaporación, por lo que el lago en el que desembocaban tenía aguas con muy alto contenido en sal. En este paraje es en el que se acumularon los depósitos de halita explotados en Remolinos.
En periodos excepcionales de mayor humedad, los ríos eran más caudalosos y transportaban más lutitas. Así se originó el fino nivel de arcillas que contiene a los cristales tolva. Cuando volvía la extrema aridez, esas arcillas se secaban y a través de ellas ascendían aguas saturadas en sales. De esta manera precipitaron los cristales de halita en la arcilla. Estos cristales no llegaron a desarrollar caras perfectamente cúbicas, como es lo habitual en la sal gema. Al crecer en un entorno muy viscoso (las arcillas), solo pudieron formarse cristales con forma de tolva, ya que las caras de octaedro ejercen una mayor presión de cristalización que las de cubo, pudiendo desplazar el barro en su crecimiento. Estas condiciones debieron mantenerse estables durante largos periodos de tiempo para que pudieran crecer cristales tan grandes.
El proceso de transformación de la halita en yeso, que es como encontramos en la actualidad a los cristales, fue muy posterior. Lo que ocurrió es que los cristales de sal gema se disolvieron, y los moldes que dejaron en el barro rápidamente se rellenaron con yeso. Ambos procesos tuvieron que ser prácticamente a la vez, de manera que el yeso replica de forma exacta al cristal de halita original.