El estudio realizado está basado en la observación en el campo y en el microscopio de las rocas del Jurásico expuestas en varias localidades del sur de Zaragoza como Muel, Mezalocha, Jaulín, Valmadrid, Fuendetodos o Aguilón. Estas rocas permiten a los científicos proponer un modelo de distribución de los oncoides, unas estructuras formadas por algas y bacterias que proliferaron en los fondos marinos tropicales del final del Jurásico, en función de la profundidad, agitación del hondo por el oleaje y la oxigenación de las profundidades marinas. La clasificación propuesta por Sequero, Aurell y Bádenas puede servir de referencia para estudios en rocas que contienen esas partículas de origen bacteriano en otras regiones del planeta. Los autores de la Universidad de Zaragoza describen diversos tipos de cianobacterias (algas verdeazuladas) capaces de formar oncoides, partículas esféricas o subesféricas que pueden alcanzar varios centímetros de diámetro.
La formación de los oncoides comienza con la presencia de un núcleo, como podría ser el fragmento de una concha de molusco, que rueda sobre el fondo marino y atrapa un sedimento muy fino, y este movimiento genera láminas concéntricas en torno al centro. Durante este proceso, las bacterias pueden colonizar temporalmente la superficie y generar láminas microbianas. Las morfologías y tamaños de estas bacterias son muy variadas, desde tubos filamentosos a cúmulos con aspecto grumoso, protegidos en el registro fósil cuando la estructura de dicha bacteria calcifica. En el estudio han podido comprobar que la forma, tamaño y estructura interna de los oncoides están directamente relacionados con procesos físicos y químicos que tienen lugar en las aguas marinas. De este modo, los oncoides obtienen un aspecto muy diverso que abarca desde nódulos de hasta 7 centímetros de diámetro constituidos exclusivamente por microorganismos, hasta partículas milimétricas donde la presencia de estos microorganismos es esporádico o nula.
LUGAR Zaragoza, España