Sin embargo, las bacterias que han dado lugar a este hallazgo, publicado en el último número de la revista científica Geology, no han construido el edificio estromatolítico como resultado de la fotosíntesis, dado que se han formado en una cueva y en ausencia total de luz. "Estos domos de roca, que se formaron hace más de 1 millón de años en un antiguo río subterráneo que hoy está prácticamente inactivo, están formados principalmente por óxidos de manganeso, que son negros, y no por carbonato cálcico como es habitual en estas formas de vida" explica Lozano. Y es que, una de las cosas que primero llamó la atención de los investigadores fue el fuerte contraste entre el color negro de los recién descubiertos estromatolitos con el impecable blanco de las características estalactitas excéntricas de la cueva de El Soplao. "Aunque quizás, ese mismo color oscuro en un espacio sin luz como ese, ha podido ser la razón de que hayan pasado inadvertidos hasta el momento" apunta Lozano.
El manganeso disuelto en el agua del río fue aprovechado por un tipo singular de microorganismos. Unas bacterias capaces de oxidar el manganeso y que estaban adaptadas a vivir en un medio tan hostil como ese, donde no había luz y la disponibilidad de nutrientes era muy escasa. "Se trata de unos organismos "quimiosintéticos"" explica Carlos Rossi, profesor titular de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y miembro del equipo del IGME, "ya que para sintetizar su materia orgánica utilizaban una reacción química (la oxidación del manganeso), en lugar de la luz como hacen los
organismos fotosintéticos" continua.
La inusual y excelente conservación de estas bacterias fósiles ha
permitido justificar el origen biológico de estos materiales. La materia
orgánica de las células bacterianas se degrada muy pronto, los
microorganismos desaparecen rápidamente y además, las bacterias son unas 100 veces más pequeñas que el grosor de un cabello, por lo que el hecho de que los restos fósiles de microorganismos en El Soplao sean muy abundantes y, en muchos casos, perfectamente conservados, ha supuesto una de las claves de este hallazgo que constituye un avance en el conocimiento de la actividad de microbios extremófilos especializados en oxidar el manganeso. Y es que, este descubrimiento en El Soplao, aporta también, nuevas claves para comprender las condiciones de formación de los estromatolitos fósiles de hierro y manganeso que se preservan en rocas de hace unos 2.000 millones de años.
El manganeso disuelto en el agua del río fue aprovechado por un tipo singular de microorganismos. Unas bacterias capaces de oxidar el manganeso y que estaban adaptadas a vivir en un medio tan hostil como ese, donde no había luz y la disponibilidad de nutrientes era muy escasa. "Se trata de unos organismos "quimiosintéticos"" explica Carlos Rossi, profesor titular de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y miembro del equipo del IGME, "ya que para sintetizar su materia orgánica utilizaban una reacción química (la oxidación del manganeso), en lugar de la luz como hacen los
organismos fotosintéticos" continua.
La inusual y excelente conservación de estas bacterias fósiles ha
permitido justificar el origen biológico de estos materiales. La materia
orgánica de las células bacterianas se degrada muy pronto, los
microorganismos desaparecen rápidamente y además, las bacterias son unas 100 veces más pequeñas que el grosor de un cabello, por lo que el hecho de que los restos fósiles de microorganismos en El Soplao sean muy abundantes y, en muchos casos, perfectamente conservados, ha supuesto una de las claves de este hallazgo que constituye un avance en el conocimiento de la actividad de microbios extremófilos especializados en oxidar el manganeso. Y es que, este descubrimiento en El Soplao, aporta también, nuevas claves para comprender las condiciones de formación de los estromatolitos fósiles de hierro y manganeso que se preservan en rocas de hace unos 2.000 millones de años.
LUGAR Cantabría, España