Ruinas de la localidad de El Castellar junto al escarpe del Ebro. Foto de Francisco Gutiérrez
El escarpe de Remolinos, en la margen izquierda del Ebro, entre Tauste y el barrio de Juslibol, en Zaragoza, es un paisaje extraordinario. De hecho, es uno de los escarpes de yeso más notables del mundo. Tiene su origen en el proceso de incisión fluvial del Ebro, que en esta zona ha generado un valle asimétrico con numerosas terrazas fluviales en la margen derecha y un gran escarpe en el lado opuesto. En su desarrollo, el río ha excavado los materiales lacustres que componen la zona central del valle del Ebro exponiendo, fundamentalmente, las distintas unidades evaporíticas de la Formación Zaragoza, de edad Terciaria (Mioceno). Según los sondeos, esta unidad está compuesta por minerales evaporíticos como anhidrita, glauberita y halita, lo que conocemos como sal común, e intercalaciones de arcillas y margas. Sin embargo, raramente observamos sal en el escarpe. Esto se debe a que se trata de un mineral muy soluble que cerca de la superficie es disuelto por el agua. Hay también otras evidencias de la presencia de sal en el macizo rocoso. La principal es la existencia de numerosas minas de sal en la zona, alguna de ellas probablemente de época romana. Actualmente, la más importante y aún en activo es la mina “María del Carmen”, en Remolinos.
Por otro lado, en este escarpe de yeso, como en otros muchos, existen numerosos deslizamientos causados por la desestabilización asociada a los procesos de erosión. Se trata de un fenómeno normal en laderas que combinan materiales poco resistentes y pendientes muy pronunciadas, más aún si son paredes verticales, como en el escarpe de Remolinos. En nuestra investigación hemos cartografiado e inventariado 40 grandes deslizamientos, con una longitud y anchura de hasta 270 y 746 m, respectivamente. Así, hemos podido identificar que la existencia de sal en el escarpe y la erosión en su base causada por el Ebro controlan la posición de los deslizamientos más grandes y activos. Primero, la disolución de la sal, que avanza del exterior al interior del escarpe, como si se tratara de la fusión de un cubito de hielo, desestabiliza y fractura los materiales suprayacentes. Después, el río excava la base del escarpe y desencadena grandes deslizamientos de los materiales ya debilitados al perder su soporte. Asimismo, el propio río erosiona y transporta los materiales situados en el frente del deslizamiento, lo que vuelve a desestabilizarlo y reactivarlo. Este fenómeno se va repitiendo mientras el río se mantiene al pie del escarpe. Si, por el contrario, la migración lateral hace que se aleje, el grado de actividad del escarpe disminuirá y tenderá al equilibrio mediante procesos de erosión menores y más lentos, como se puede observar en otras zonas del propio escarpe.
Creemos que este proceso fue el responsable del último abandono de El Castellar, un conjunto arqueológico en Torres de Berrellén que incluye las ruinas de una fortificación de origen medieval que, según los historiadores, fue abandonada en 1574. Actualmente, las ruinas se encuentran en el mismísimo borde del escarpe, sobre un gran deslizamiento que va a parar al río Ebro y que se ha reactivado, al menos, tres veces. Justo aquí, en la base del escarpe, hay evidencias de la existencia de niveles de sal. Los mismos que se extraen en la mina de “María del Carmen”. Las fotos son Francisco Gutiérrez.
Referencia del artículo: