3. Pere Bover, en el laboratorio de Paleogenómica del IUCA. Imagen: Omniqo – Joel Mesas
Nuestro aragosaurero Pere Bover, investigador ARAID en el Instituto Universitario de Investigación en Ciencias Ambientales (IUCA) de la Universidad de Zaragoza, ha participado en una investigación liderada por instituciones australianas que muestra la dinámica y estructura poblacional histórica de los dingos, los cánidos endémicos de Australia.
El estudio, publicado recientemente en el Proceedings of the National Academy of Sciences of USA (PNAS), proporciona información vital para los esfuerzos de conservación y la preservación en la ecología y cultura de una de las especies más emblemáticas de Australia.
Desde su introducción en Australia (hace unos 3000 años) y hasta la más reciente introducción de razas de perro doméstico por parte de los primeros colonizadores europeos a principios del siglo XVIII, los dingos permanecieron aislados de perros, separándose de otros cánidos domésticos y salvajes. Esta pronta divergencia así como su vida en libertad provocó que no sufrieran una cría selectiva como los ancestros de las razas modernas de perro. Así, los dingos son etológica, genética y anatómicamente distintos de los perros.
En este aspecto, el estudio, basado en especímenes de entre 400 y 2800 años de antigüedad, revela definitivamente que los dingos actuales retienen una gran proporción de su diversidad genética ancestral, a pesar de las sospechas de hibridación intensa de dingos con perros domésticos en tiempos recientes. Asimismo, uno de los hallazgos más notables del estudio es la confirmación de la estrecha relación genética de los dingos de la costa de New South Wales con los actualmente amenazados perros cantores de Nueva Guinea, sugiriendo que se podrían haber producido diferentes migraciones de dingos hacia Australia, con diversos grados de relación con perros cantores posiblemente facilitado por el comercio.
Así, queda confirmado que los dingos tuvieron diferentes poblaciones regionales mucho antes de la colonización europea de Australia, y ciertamente mucho antes de la dingo fence (el cerco del dingo), una valla construida a finales del siglo XIX - y actualmente en funcionamiento - a lo largo de más de 5.600 km para evitar la dispersión de dingos desde el centro del país a las zonas productivas ganaderas del sudeste australiano.
Así, este estudio pone de manifiesto la relevancia que tiene la disciplina del ADN antiguo en la conservación de la fauna silvestre, ya que sugiere que debe reconsiderarse la gestión letal de poblaciones de dingos que se realiza en algunos estados de Australia.