La mayoría de nuestros lectores habrán disfrutado de alguno de los muchos documentales donde se narra la extinción de los dinosaurios fulminados por los efectos producidos por la caída de un gran meteorito. Con un poco de suerte en el mismo documental les habrán explicado teorías alternativas sobre todo relacionadas con el vulcanismo. Antes de entrar en polémicas es bueno conocer como se forjó la teoría del impacto para entenderla de manera adecuada. A finales de los 1970 un joven geólogo Walter Álvarez encabezaba una serie de estudios sobre la tasa de sedimentación en sedimentos en rocas del Cretácico en el centro de Italia. Conocer la cantidad de sedimento que se deposita en el fondo marino por unidad de tiempo es una línea de trabajo habitual en Geología. Los fondos marinos profundos son lugares donde la sedimentación es constante, siempre está llegando partículas de manera uniforme. Un lugar fantástico para medir la velocidad de sedimentación sin interferencias extraordinarias.
En los Apeninos se conocía desde hace años que afloraban rocas depositadas en el fondo de un mar llamado Tetis, que actualmente no existe. Estas rocas se plegaron y levantaron hace unos pocos millones de años por el empuje de la Placa Africana sobre la Europea. Se trata del mismo proceso que ha formado los Pirineos y los Alpes. El planteamiento de Alvarez era medir la cantidad de Iridio que se encontraba en las rocas en un amplio intervalo temporal. La razón de usar Iridio es porque la mayor parte de este elemento que se encuentra en la corteza terrestre proviene de origen extraterrestre. El Iridio junto muchas otras partículas están cayendo del espacio de una manera constante y por tanto no tiene nada que ver la dinámica terrestre. A igual cantidad de tiempo, igual cantidad de iridio en los sedimentos. Más iridio, menor cantidad de sedimentos que llegarían al fondo oceánico en un tiempo determinado.
La sorpresa mayúscula fue al tener los primeros resultados. Había una serie de muestras que tenían una concentración desmesurada. Precisamente eran las muestras en las que tradicionalmente se situaba el límite entre el Cretácico y el Terciario. En pocos centímetros de roca se documentaba la extinción de un grupo de pequeños microorganismos que forman parte del plancton marino: los foraminíferos planctónicos. Al final del Cretácico eran enormemente abundantes y diversos en los mares, pero casi de manera instantánea desaparecían de los sedimentos. Alvarez y sus colegas interpretaron que la concentración de Iridio en el sedimento tenía que ser por un evento extraordinario. La caída de un objeto extraterrestre en la Tierra tenía que ser la explicación. Si además coincidía con el límite Cretácico-Terciario la siguiente derivada es que la extinción de los dinosaurios tuvo que ser una consecuencia de este impacto extraterrestre.
En este punto vale la pena hacer una pausa, ya que hasta ahora no había aparecido la palabra dinosaurio. Alvarez y sus colaboradores nunca encontraron huesos de estos vertebrados en relación con el nivel de enriquecimiento de Iridio. Hubiera sido sorpresivo que lo hubieron hecho. Los dinosaurios eran animales terrestres, y sus fósiles se encuentran en rocas continentales y costeras, pero nunca en sedimentos formados a miles de metros de profundidad. Entonces lo que propusieron fue una hipótesis, que dicho sea, tenía unas evidencias endebles, pero sugerentes. No eran los primeros que relacionaban extinción con un evento extraterrestre, pero sí que fueron los primeros que ponían encima de la mesa datos, circunstanciales como se diría en alguna serie policiaca, pero datos.
Una buena hipótesis científica pone en marcha la investigación de los que pretenden comprobarla o refutarla. Lo primero que había que hacer es buscar el cráter del impacto que según los primeras estimaciones debería tener más de 200 kms de diámetro. Esta enorme estructura no debía estar visible y podía ser que estuviera en el fondo del mar, o totalmente erosionada. Mientras tanto se acumulaban las evidencias del iridio en otras partes del mundo fuera de Italia, incluida España. Además se empezaron a encontrar otras evidencias como pequeñas tectitas. Se trata gotas solidificadas de la roca fundida tras un impacto meteorito. Las más grandes y de mayor abundancia se encontraban en el Caribe. Ahí había que buscar el cráter … y finalmente se encontró. Se encontraba a varios miles metros de profundidad y relleno de rocas más modernas. Las primeras evidencias se encontraron en unos sondeos realizados para buscar petróleo. Las rocas que se extrajeron en el fondo del sondeo estaban formados bajo una gran presión y temperatura, como solo se produce en un gran impacto. Múltiples estudios posteriores demostraron la forma y extensión del cráter enterrado.
Hoy en día nadie duda que coincidiendo con el límite Cretácico-Terciario hubo el impacto de un (al menos) gran impacto meteorítico. ¿Fue lo que acabo con los grandes dinosaurios? es algo que lo iremos viendo en las próximas entregas.
En los Apeninos se conocía desde hace años que afloraban rocas depositadas en el fondo de un mar llamado Tetis, que actualmente no existe. Estas rocas se plegaron y levantaron hace unos pocos millones de años por el empuje de la Placa Africana sobre la Europea. Se trata del mismo proceso que ha formado los Pirineos y los Alpes. El planteamiento de Alvarez era medir la cantidad de Iridio que se encontraba en las rocas en un amplio intervalo temporal. La razón de usar Iridio es porque la mayor parte de este elemento que se encuentra en la corteza terrestre proviene de origen extraterrestre. El Iridio junto muchas otras partículas están cayendo del espacio de una manera constante y por tanto no tiene nada que ver la dinámica terrestre. A igual cantidad de tiempo, igual cantidad de iridio en los sedimentos. Más iridio, menor cantidad de sedimentos que llegarían al fondo oceánico en un tiempo determinado.
La sorpresa mayúscula fue al tener los primeros resultados. Había una serie de muestras que tenían una concentración desmesurada. Precisamente eran las muestras en las que tradicionalmente se situaba el límite entre el Cretácico y el Terciario. En pocos centímetros de roca se documentaba la extinción de un grupo de pequeños microorganismos que forman parte del plancton marino: los foraminíferos planctónicos. Al final del Cretácico eran enormemente abundantes y diversos en los mares, pero casi de manera instantánea desaparecían de los sedimentos. Alvarez y sus colegas interpretaron que la concentración de Iridio en el sedimento tenía que ser por un evento extraordinario. La caída de un objeto extraterrestre en la Tierra tenía que ser la explicación. Si además coincidía con el límite Cretácico-Terciario la siguiente derivada es que la extinción de los dinosaurios tuvo que ser una consecuencia de este impacto extraterrestre.
En este punto vale la pena hacer una pausa, ya que hasta ahora no había aparecido la palabra dinosaurio. Alvarez y sus colaboradores nunca encontraron huesos de estos vertebrados en relación con el nivel de enriquecimiento de Iridio. Hubiera sido sorpresivo que lo hubieron hecho. Los dinosaurios eran animales terrestres, y sus fósiles se encuentran en rocas continentales y costeras, pero nunca en sedimentos formados a miles de metros de profundidad. Entonces lo que propusieron fue una hipótesis, que dicho sea, tenía unas evidencias endebles, pero sugerentes. No eran los primeros que relacionaban extinción con un evento extraterrestre, pero sí que fueron los primeros que ponían encima de la mesa datos, circunstanciales como se diría en alguna serie policiaca, pero datos.
Una buena hipótesis científica pone en marcha la investigación de los que pretenden comprobarla o refutarla. Lo primero que había que hacer es buscar el cráter del impacto que según los primeras estimaciones debería tener más de 200 kms de diámetro. Esta enorme estructura no debía estar visible y podía ser que estuviera en el fondo del mar, o totalmente erosionada. Mientras tanto se acumulaban las evidencias del iridio en otras partes del mundo fuera de Italia, incluida España. Además se empezaron a encontrar otras evidencias como pequeñas tectitas. Se trata gotas solidificadas de la roca fundida tras un impacto meteorito. Las más grandes y de mayor abundancia se encontraban en el Caribe. Ahí había que buscar el cráter … y finalmente se encontró. Se encontraba a varios miles metros de profundidad y relleno de rocas más modernas. Las primeras evidencias se encontraron en unos sondeos realizados para buscar petróleo. Las rocas que se extrajeron en el fondo del sondeo estaban formados bajo una gran presión y temperatura, como solo se produce en un gran impacto. Múltiples estudios posteriores demostraron la forma y extensión del cráter enterrado.
Hoy en día nadie duda que coincidiendo con el límite Cretácico-Terciario hubo el impacto de un (al menos) gran impacto meteorítico. ¿Fue lo que acabo con los grandes dinosaurios? es algo que lo iremos viendo en las próximas entregas.
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