El descubrimiento del tejido blando se produjo
cuando el grupo de investigadores liderado por la paleontóloga Mary Schweitzer de
la North Carolina
State University en Raleigh disolvió en ácido un hueso de tiranosaurio y
consiguió aislar un tejido orgánico tras un laborioso proceso de preparación. En
posteriores trabajos dirigidos por el paleontólogo John Asara, han estudiado
diversas proteínas recuperadas de este tejido, entre ellas colágeno, y las han
incluido en una filogenia molecular aportando una nueva prueba a la teoría del
origen dinosauriano de las aves.
Sin embargo, otro equipo de paleontólogos liderado por el biólogo computacional Pavel Pevzner, de la Universidad de California, ha realizado diversas críticas a estos resultados. En primer lugar, Pevzener y sus colaboradores critican que los resultados no son estadísticamente significativos, pudiendo relacionar las proteínas con aves pero también con anfibios, y que son necesarios más datos para que puedan sustentarse las hipótesis de los autores. Pero sin embargo la principal crítica del equipo de Pevzner es que Schweitzer y colaboradores disponen de esos datos adicionales (hasta 48.000 datos obtenidos por medio de análisis espectral) pero se niegan a publicarlos. Usualmente estos datos se publican como información suplementaria, para que el trabajo pueda ser testeado por cualquier persona interesada, pero Schweitzer ha declarado que los datos se encuentran todavía en estudio y no quieren hacerlos públicos para evitar que un tercero pueda adelantarse en la publicación de los resultados.
Cuando el enfrentamiento parecía cosa de estos dos equipos, un nuevo estudio realizado sobre varios fósiles excepcionalmente conservados de la misma formación que ha llevado a cabo Tom Kaye, del Burke Museum of Natural History and Culture en Seattle, ha revelado que los tejidos blandos pueden no tener que ver nada con el hueso que los contiene. Un análisis de la estructura de estos tejidos con ayuda del microscopio electrónico y la microsonda ha revelado que son muy similares a microfilms de origen bacteriano, tanto en estructura como en composición química, pudiendo identificar incluso la bacteria que los produjo. Además, las dataciones realizadas con carbono 14 sugieren que el tejido tenga un origen mucho más moderno que el hueso de tiranosaurio.
El debate continúa abierto, y en septiembre el equipo de Schweitzer va a permitir que un equipo externo revise sus datos. Desde Aragosaurus esperaremos el final de este interesante debate, y esperamos que triunfe el origen dinosauriano del tejido, porque como decíamos las posibilidades que abre en el mundo de la paleontología de los dinosaurios son casi infinitas.
La referencia del últmo artículo publicado en PLOSone es
Kaye, T. G., Gaugler, G. & Sawlowicz, Z. 2008.Dinosaurian Soft Tissues Interpreted as Bacterial Biofilms PLoS ONE 3, e2808 (2008).
y aquí podeis leer la historia completa publicada en un articulo de opinión en la revista Nature que incluye todas las referencias.
Sin embargo, otro equipo de paleontólogos liderado por el biólogo computacional Pavel Pevzner, de la Universidad de California, ha realizado diversas críticas a estos resultados. En primer lugar, Pevzener y sus colaboradores critican que los resultados no son estadísticamente significativos, pudiendo relacionar las proteínas con aves pero también con anfibios, y que son necesarios más datos para que puedan sustentarse las hipótesis de los autores. Pero sin embargo la principal crítica del equipo de Pevzner es que Schweitzer y colaboradores disponen de esos datos adicionales (hasta 48.000 datos obtenidos por medio de análisis espectral) pero se niegan a publicarlos. Usualmente estos datos se publican como información suplementaria, para que el trabajo pueda ser testeado por cualquier persona interesada, pero Schweitzer ha declarado que los datos se encuentran todavía en estudio y no quieren hacerlos públicos para evitar que un tercero pueda adelantarse en la publicación de los resultados.
Cuando el enfrentamiento parecía cosa de estos dos equipos, un nuevo estudio realizado sobre varios fósiles excepcionalmente conservados de la misma formación que ha llevado a cabo Tom Kaye, del Burke Museum of Natural History and Culture en Seattle, ha revelado que los tejidos blandos pueden no tener que ver nada con el hueso que los contiene. Un análisis de la estructura de estos tejidos con ayuda del microscopio electrónico y la microsonda ha revelado que son muy similares a microfilms de origen bacteriano, tanto en estructura como en composición química, pudiendo identificar incluso la bacteria que los produjo. Además, las dataciones realizadas con carbono 14 sugieren que el tejido tenga un origen mucho más moderno que el hueso de tiranosaurio.
El debate continúa abierto, y en septiembre el equipo de Schweitzer va a permitir que un equipo externo revise sus datos. Desde Aragosaurus esperaremos el final de este interesante debate, y esperamos que triunfe el origen dinosauriano del tejido, porque como decíamos las posibilidades que abre en el mundo de la paleontología de los dinosaurios son casi infinitas.
La referencia del últmo artículo publicado en PLOSone es
Kaye, T. G., Gaugler, G. & Sawlowicz, Z. 2008.Dinosaurian Soft Tissues Interpreted as Bacterial Biofilms
y aquí podeis leer la historia completa publicada en un articulo de opinión en la revista Nature que incluye todas las referencias.
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